Opinión

¡Muchas gracias por vuestras palabras queridas compañeras! ¡Gracias a mi amiga Loly López y a Lothar! sin su apoyo y colaboración este blogger no existiría.  


En estos días, solemos escuchar estos comentarios:
"¡Por fin se acabaron las fiestas!"
"¡Qué ganas tenía que terminaran las Navidades!"
"¡Cada vez me gustan menos estas fechas!"
"¡Las fiestas me han dejado la cuenta en números rojos!"...
Cada vez hay más personas que reniegan de las fechas navideñas, unos porque nos faltan seres queridos y los echamos de menos en las reuniones familiares. Otros porque se gastan un dineral en comidas y en regalos. Los hay que se reúnen en torno a suculentos manjares acompañados de hijos políticos, consuegros y demás familiares, con apariencia de pasarlo bien pero, deseando que acabe la velada. Me pregunto por qué seguimos enredados en la hipocresía. ¿Por qué no saltamos de ese escaparate, en el que nos gusta quedar bien si nos sentimos acorralados?
Aún nos mueve ese gesto afectivo y generoso navideño y, aunque
echemos humo y soltemos insultos, mostramos nuestra brillante sonrisa para desear: Feliz Navidad, Feliz Año Nuevo y Deseo que los Reyes te traigan todo lo que has pedido.
Como siempre, hasta la próxima Navidad.

Como cada año se aproxima el día en que los niños esperan con ilusión que los Reyes de Oriente les traigan regalos. La tradición se ha convertido también en ilusión para los adultos que, al igual que los críos, ya no esperamos la mágica sorpresa del obsequio, si no que ya pedimos por anticipado lo que queremos. Cuando era niña vivía aquella noche mágica con el corazón en vilo, después al despertarme encontraba la muñeca que no pedía en vez de la cocinita que deseaba, aún así disfrutaba con lo que me habían regalado.
Pasaron los años y a pesar de saber que los Magos no venían de Oriente, mantenía viva la ilusión de que me ofrecieran algo por sorpresa. Mi pareja de entonces, no compartía esos pensamientos y, yo me quedaba sin regalo. Me sentía desgraciada, estaba dominada por una gran frustración; la niña que había en mí sufría porque había sido buena y no obtenía recompensa.
Desde hace tiempo me auto-regalo lo que deseo, así no me llevo ninguna desagradable sorpresa. Aunque sé que el mejor obsequio es tener las maravillas que poseo: al compañero ideal, a mi extraordinaria familia, a mis admirables amig@s, disfruto de buena salud, tengo un estupendo trabajo, un hogar donde reina la armonía, me fascina la pasión por la poesía... Agradezco cada mañana, como si fuera el día de Reyes, la Inmensa Fortuna que tengo.